9 de octubre de 2018

Compartiendo experiencias ajenas: el caso de Canadá

Gerardo Milano

Como Venezuela, Canadá es un país de economía pequeña, abierta al sector externo y rico en recursos naturales (incluyendo petróleo). A diferencia del país caribeño, el país del norte de América posee un alto índice de desarrollo humano [1], y un ingreso per cápita de unos US$ 43.433 [2], el quinceavo más grande a nivel mundial. En cuanto a desempeño macroeconómico, Canadá cerró el año 2017 con un incremento en su actividad económica de 3% [3], impulsado por una mayor demanda de consumo interno ante aumentos en el salario promedio, y también por un significativo crecimiento en la formación bruta de capital fijo [4].

No obstante, la performance económica canadiense no ha sido tan sólida desde siempre. En los años setenta, una década caracterizada por conflictos externos y estancamiento económico en muchos países industrializados, el estado tenía mucha participación sobre la economía canadiense, y ésta también se veía directamente afectada por las secuelas que la Guerra de Vietnam dejaba en las cuentas fiscales de Estados Unidos. En esa época, mientras Venezuela gozaba de altas tasas de crecimiento económico como fruto de una expansión del gasto público por el incremento en los precios del petróleo, Canadá comenzaba una etapa de estancamiento con altos niveles de inflación, que luego requirió de llevar  a cabo políticas económicas coordinadas para mitigar la escalada de los precios y recuperar la senda de crecimiento del PIB, hasta llegar al régimen de metas de inflación que actualmente sigue vigente.

Entre 1961 y 1971, en un período de estabilidad política, alta inmigración y crecimiento del empleo, Canadá registró un crecimiento promedio de 5,2% en el PIB con una inflación promedio de 2,7% [5]. En esa época, la política fiscal era de tendencia expansiva donde el gasto se concentraba en transferencias destinadas a la seguridad social, y era financiado por impuestos corporativos y sobre las ventas. A partir de 1973 la economía mostraba síntomas de agotamiento ante el “boom” petrolero y los estragos de los déficits fiscales en Estados Unidos por los grandes gastos militares, los cuales eran cubiertos mediante una mayor emisión de dinero en la economía [6][7]. En aquel entonces, el gobierno canadiense enfatizó su rol como interventor en la economía al establecer controles de precios y salarios [8], trayendo consigo que la inflación promediara al año casi un 9% [9]; a su vez que aplicaba una política monetaria tomando en cuenta al efectivo, los depósitos a la vista y a plazo (M1) como variable intermedia de para mitigar los efectos de inflacionarios, aunque no tuvo los resultados deseados debido a que el agregado monetario exhibía una volatilidad muy alta [10].

Para los años ochenta, Canadá implementó una serie de reformas fiscales (entre ellas la reducción en los gastos de la deuda pública, sueldos y salarios, y también a las transferencias corrientes) y monetarias (la creación de un sistema basado en un objetivo de estabilidad de precios a largo plazo, incluyendo a la inflación como objetivo de corto plazo) [11] que trajeron consigo el repunte de la actividad económica, y la estabilización de los precios hasta pasar a un promedio anual de 6% entre 1982 y 1991 [12]. En ese último año se establecería la política monetaria de metas de inflación (inflation targeting), donde tanto autoridades federales como monetarias se comprometieron a crear un marco creíble y sólido para controlar la inflación, y que éste genere confianza en los agentes económicos para así no generar presiones al alza. Desde su implementación, la inflación en Canadá se estabilizó hasta ubicarse en un rango de 1% y 3% anual.

En ese mismo período, por su parte, Venezuela atravesó un período de bajo crecimiento económico con mucha volatilidad [13], persistentes saldos deficitarios en cuentas fiscales y externas [14], una inflación que terminó de establecerse en dos dígitos [15], un mercado con bajos precios petroleros [16], y un crecimiento del endeudamiento público más acelerado que el que se observó a finales de los años setenta. Luego de un fallido intento de ajuste macroeconómico en 1989 [17], la economía retomó la senda de crecimiento hasta llegar a un máximo de aproximadamente 10% en 1991, aunque no se pudo desacelerar el ritmo de crecimiento de la inflación debido al aumento de los precios petroleros por el conflicto en el Medio Oriente, las altas tasas de interés en la economía, una progresiva devaluación de la moneda, los aumentos en las tarifas de los servicios públicos; los aumentos de sueldos y salarios; entre otros [18].

Comentarios finales:

En este artículo se quería realizar un breve análisis comparativo entre Venezuela y Canadá, haciendo énfasis en los períodos en los que atravesaron procesos de alta inflación y desaceleración económica. Se pudo observar que ambos países han tenido una reacción distinta ante estos escenarios, en donde la economía canadiense reaccionó negativamente ante el incremento de los precios petroleros tanto en la inflación como en el crecimiento del PIB, mientras que en Venezuela el PIB ha reaccionado favorablemente (vía expansión fiscal) aunque con mayor inflación.

Sin embargo, ya en los años ochenta y noventa, la tendencia cambia. Si bien en ambas décadas el mercado petrolero no estaba tan boyante como en los años setenta, Canadá mostró más resiliencia ante esos movimientos al crear mecanismos fiscales y monetarios para controlar la inflación y recuperar el crecimiento económico, junto con un fortalecimiento institucional sólido y creíble; mientras que Venezuela se mostró más vulnerable ante los cambios en ese mercado (principalmente en períodos de bajos precios petroleros), en donde el PIB se volvió más volátil y su crecimiento se desaceleró; y también en que la inflación no ha bajado de los dos dígitos debido, en parte, a la política fiscal expansiva de aquellos gobiernos. No obstante, pese a que a principios de los noventa Venezuela recuperó la senda del crecimiento, la inflación se mantuvo en dos dígitos motivado incremento continuo que experimentaron los costos de producción (servicios básicos, materias primas, sueldos y salarios), además de la influencia del gasto fiscal.

Referencias:


[1] Fuente: http://hdr.undp.org/en/composite/HDI

[2] Fuente: ídem.

[3] Fuente: Federal Reserve Economic Data.

[4] Fuente: Organization of Economic Cooperation and Development (2016). Economic Surveys: Canada overview.

[5] Di Matteo, L. (2017). A Federal Fiscal History: Canada, 1867-2017. Fraser Institute. Vancouver, Columbia Británica, Canada.

[6] Economic Consequences of War on the U.S. Economy (2011). Institute for Economics and Peace.

[7] Entre 1973 y 1979, la base monetaria  pasaría de US$ 71.699 millones a US$ 123.977 millones (Fuente: Federal Reserve Economic Data).

[8] Di Matteo, L. (2017). A Federal Fiscal History: Canada, 1867-2017. Fraser Institute. Vancouver, Columbia Británica, Canada.

[9] Fuente: ídem (abarca el período 1973-1979).

[10] Kolman, F. (2012). “The asymmetric reaction of monetary policy to inflation and the output gap: Evidence from Canada”. Elsevier.

[11] Ídem.

[12] Fuente: Federal Reserve Economic Data, cálculos propios.

[13] Donde entre 1980 y 1989, el crecimiento promedio del PIB en Venezuela fue de sólo 0,05% con una desviación estándar de 4,72% (fuente: Banco Central de Venezuela, cálculos propios).

[14] Ríos, G. (2004). Venezuela: Sostenibilidad Fiscal en un contexto de alta volatilidad. Corporación Andina de Fomento.

[15] Tendencia que iniciaría desde mayo de 1986, donde el Índice de Precios al Consumidor para el Área Metropolitana de Caracas (referencia de la inflación para la época hasta el año 2007) se situó en 10,4% (Fuente: Banco Central de Venezuela, cálculos propios).

[16] En 1986, el indicador WTI cerró con una merma de 46,2%, su descenso más significativo desde 1959 (Fuente: EIA, cálculos propios).

[17] En ese año se ejecutó un conjunto de medidas basados en el levantamiento de controles de precios, reducción de aranceles, reducción del déficit fiscal mediante la creación de nuevos impuestos y reducción del gasto corriente (entre ellos, los subsidios a la gasolina), etc. (Véase; González, F. (1996). El éxito de la política económica de 1989-1993. Fondo Editorial Tropykos. Caracas, Venezuela). Sin embargo, éste no se pudo cumplir en su totalidad debido a que ocurrió un fuerte estallido social, en el cual perdieron la vida más de 300 personas y otras miles resultaron heridas.

[18] Toro Hardy, J. (1993). Fundamentos de Teoría Económica. Un análisis de la política económica venezolana. Editorial Panapo. Caracas, Venezuela.

2 de septiembre de 2018

El Progreso Tecnológico y Futuro de la Mano de Obra

Félix E. Álvarez P.

El debate actual sobre el empleo en el mundo, sobre todo en las economías maduras, va más allá de los efectos de la Gran Recesión en EEUU y de la crisis económica global de hace una década. Los factores que producen esto, son más estructurales de lo que se pudiese ver a simple vista, aunque ciertamente, la crisis empeoró el panorama laboral a corto plazo y fungió de catalizador para la emersión de estas tendencias subyacentes.

Estamos en una era dentro del sistema económico y social donde los cambios tecnológicos están modificando constantemente las relaciones entre los agentes institucionales dentro del capitalismo. Los países desarrollados se encuentran en una etapa donde sus economías están basadas fundamentalmente en el sector servicios, lo que significa que el capital humano cada vez tiene mayores y transformadores efectos sobre la productividad y el crecimiento; en otras palabras, el conocimiento y la información se están convirtiendo en una especie de activo cuyo valor aumenta de importancia, particularmente en comparación al capital. Y esto, obviamente modifica la posición que tiene el trabajo dentro del sistema. Stiglitz menciona esto cuando manifiesta que para el caso de EEUU está ocurriendo hoy el mismo tipo de transición de los años 30 (cuando pasaron de ser una economía agrícola a una manufacturera), donde la transformación será de una economía manufacturera a una de servicios.

Keynes en su ensayo de 1930 Economic Possibilities of Our Grandchildren [Posibilidades Económicas de Nuestros Nietos], esboza algunos aspectos acerca del futuro del capitalismo y del progreso tecnológico, enfocado desde la perspectiva de la evolución y situación de la mano de obra en ese contexto y momento. En este escrito Keynes define el concepto de “desempleo tecnológico”:
“[U]nemployment due to our discovery of means of economising the use of labour outrunning the pace at which we can find new uses for labour”.
La teoría económica y la evidencia empírica demuestran nos encontramos en una fase de ajuste en la evolución del sistema. Los procesos de producción se hacen cada vez más eficientes vía avances tecnológicos; las máquinas comienzan a tomar cada vez más labores que otrora eran de los seres humanos, lo hacen mejor y más barato. Pero eso no significa que los desempleados no tendrán más empleo, lo que significa es que los mismos avances generan el nacimiento de nuevos sectores ajustados al nuevo contexto y que pueden absorber a esa mano de obra. Sin embargo, estos cambios generan a mediano y largo plazo nuevas demandas sobre la mano de obra, a saber: a) trabajadores que generarán mayores niveles de productividad, b) una mano de obra con mayor nivel de capital humano.

Esto significa que en el futuro, la demanda de trabajo será de una mano de obra con un conjunto de habilidades algo distintas a las que se han demandado en el pasado. Serán habilidades y destrezas más asociadas al elemento que está generando cada vez mayor rentabilidad: la información; lo cual significa que los nuevos trabajos serán unos donde tenga que realizarse un mayor esfuerzo mental y en donde sectores como el de servicios serán un punto central de gran importancia en el proceso de desarrollo de las economías, como ya de hecho lo son hoy en día. Luego, Keynes lanza una predicción:
“I draw the conclusion that, assuming no important wars and no important increase in population, the economic problem may be solved, or at least within the sight of solution, within a hundred years. This means that the economic problem is not – if we look into the future – the permanent problem of the human race”.
Esto es algo bastante osado. Básicamente Keynes lo que está diciendo aquí es que el problema central de la ciencia económica, el problema fundamental de su objeto de estudio, será virtualmente resuelto, gracias a “la ciencia y al interés compuesto”.  Debemos situarnos en contexto, para entender la importancia de lo que escribió Keynes. El hecho que haya podido, con tanta lucidez, analizar la situación de largo plazo de la mano de obra en su relación con el sistema capitalista, en medio de la Gran Depresión, demuestra la gran capacidad de abstracción que tuvo para poder ver la tendencia que estaba teniendo lugar, y obviar la dinámica “ruidosa” de corto plazo. Si bien probablemente no se cumplan exactamente sus predicciones tal y como las planteó, Keynes establece correctamente como los incrementos de la productividad cambiarán las relaciones sociales y de producción del capitalismo, y sus efectos sobre una producción cada vez mayor.

Ante esto, algunos se han hecho la pregunta de cómo afrontar épocas en donde el ser humano no necesitará trabajar tanto como lo hace hoy, gracias al progreso de la tecnología y la productividad. De hecho, esto es algo que ya Keynes se preguntaba, donde la relación trabajo/ocio será una donde cada ser humano trabaje la cantidad de tiempo que desee, aquella proporción de su tiempo que le llene, por lo que se producirán cambios en los preceptos morales de la sociedad, donde la búsqueda de la riqueza monetaria como fin en sí misma no será vista socialmente como algo loable, puesto que el ser humano estaría en búsqueda de fines más elevados.

Pareciera ciertamente algo muy lejano visto hoy en día, pero existen personas trabajando en el tema. Propuestas como la de Andrew McAfee, Guy Standing y otros, sobre el ya famoso “ingreso mínimo universal”. Estas ideas han sido aplicadas principalmente en países del norte de Europa, donde los resultados han sido mixtos, y pareciera que todavía no hay una dirección de política pública más o menos definida en torno a este tema, lo cual es obvio que así sea en este momento. Pero indiscutiblemente, la humanidad va rumbo a un estado de cosas donde la posición del trabajo sea una muy distinta a la que vivimos hoy, gracias al progreso en áreas como data science o la inteligencia artificial.

Sin embargo, es importante señalar que la rapidez con que se dan los cambios tecnológicos resulta ser punto relevante, porque constituye un fenómeno que afecta el panorama en dos aspectos: la desigualdad, y la rapidez de conseguir nuevos usos en el corto plazo para la mano de obra desempleada. Si el rendimiento que genera el progreso tecnológico y los incrementos de la productividad son cada vez más atractivos para aquellos que están en el tope de la escala económica, pues obviamente la tecnología no se está usando como herramienta para subir todos los botes simultáneamente, sino para crear una sociedad más desigual y extractiva donde un grupo cada vez menor obtiene un pedazo cada vez mayor del producto de la economía.

De igual manera, si el desarrollo de las nuevas tecnologías se hace a una velocidad tal que la mano de obra que ya no es utilizada no consigue nuevos espacios en el mercado de trabajo, el avance tecnológico traerá consigo altos niveles de desocupación. Esto trae consigo el peligro de que el “desempleo tecnológico” se pudiera convertir en algo permanente. Es obvio que ambos problemas, altos desempleo y desigualdad, están relacionados en este contexto y son igualmente indeseables, porque si la tecnología no consigue mejorar los niveles de bienestar de todos sino de unos pocos arriba, no sólo constituye un desperdicio de capacidades intertemporales de mano de obra (que podría contribuir en sectores que de otra forma se hubiesen desarrollado), sino que también genera sociedades menos democráticas. Sobre esto advierte Yuval Harari, con respecto a la posible creación de digital dictatorships, en donde “1984” de Orwell quedaría como un juego de niños al lado de lo que sería esto. En este sentido, Robert Skidelsky alerta:
"La verdad es que no podemos continuar automatizando nuestra producción de manera exitosa sin repensar nuestras actitudes hacia el consumo, el trabajo, el tiempo libre y la distribución del ingreso. Sin dichos esfuerzos de pensamiento social creativo, la recuperación de la crisis actual será simplemente un preludio de más calamidades devastadoras en el futuro".
 De modo que no sólo es un problema de eficiencia económica, sino uno moral.

Referencias
Bilmes, L., Stiglitz, J. (2012). The Books of Jobs. Obtenido de http://www.vanityfair.com/politics/2012/01/stiglitz-depression-201201.
Keynes, J. (1930). Economic Possibilities of Our Grandchildren. Obtenido de http://www.econ.yale.edu/smith/econ116a/keynes1.pdf.
Skidelsky, R. (2012). Labor’s Paradise Lost. Obtenido de https://www.project-syndicate.org/commentary/labor-s-paradise-lost?barrier=accesspaylog.

24 de julio de 2018

Debemos Aspirar a Otro Tipo de Sociedad

Félix E. Álvarez P.

Los acontecimientos transcurridos en Venezuela desde la última vez que escribimos en este blog el año pasado, han sido indudablemente negativos, tal vez demasiados para el aguante del colectivo. Tenemos una depresión económica que lleva ya cinco años con contracción del producto, donde desde 2013 se ha perdido el 50% del valor de la economía, de acuerdo a ciertas estimaciones. También, desde nov-17 entramos en un proceso hiperinflacionario por primera vez en nuestra historia republicana, donde según la última actualización del World Economic Outlook del FMI, la inflación de 2018 cerraría en 1.000.000%. Según las últimas estimaciones de la encuesta ENCOVI, la pobreza, medida por el método de línea de pobreza, para el 2017 fue de 87% de un 48,4% en el 2014, mientras que la pobreza por el método integrado, da un nivel de pobreza reciente en 56,2% y una pobreza crónica en 30,4%, la cual continuará creciendo si las condiciones económicas siguen deteriorándose como lo han hecho en los últimos años.

De tal manera, que lo anterior probablemente explique por qué la gente ha perdido aproximadamente 10 kgs. de peso en promedio por la crisis, tengamos gente comiendo de la basura, y otra ola de emigraciones. Tenemos una sociedad exhausta de intentar, sin éxito, cambiar este estado de cosas despreciable, que lamentablemente nos coloca a todos en una categoría más cercana al de siervo de una élite que al de ciudadano, al menos por el momento.

La verdad es que realmente la culpa es nuestra, como sociedad permitimos llegar hasta aquí. Nos encontramos en una situación tan extrema y una involución sin parangón en la historia de Venezuela, porque permitimos, de manera consciente o no, que poco a poco nos fuesen quitando nuestra libertad, erosionando derechos básicos y menoscabando nuestros principios, a cambio de réditos de corto aliento. Este ilusión de beneficios dio pie a la progresiva creación de una sociedad altamente desigual, donde un grupo muy pequeño de individuos extrae la cada vez menor riqueza que produce la economía, y toma las decisiones en la esfera política, dejando al resto del país por fuera de este proceso.

Obviamente esto no debería ser así. Una sociedad próspera debería ser aquella que apunte a que los individuos tengan la posibilidad de participar en los procesos políticos de manera libre, y donde también tomen parte en el proceso de generación y apropiación de valor en la sociedad. Un (buen) gobierno debería acometer políticas que vayan dirigidas a que sus ciudadanos tengan cada vez más control sobre sus vidas y un mayor poder en términos del de dicho gobierno, dado que una sociedad genuinamente inclusiva es aquella donde el gobierno sea servidor de los ciudadanos, otorgando herramientas que permitan una mayor participación en los procesos políticos y económicos.

Así, los individuos progresivamente tendrán mayor control sobre su destino, de modo que tengan la capacidad de poder alcanzar sus objetivos de vida. De forma contraria, para mí pierde sentido todo esto y no comprendo qué estamos haciendo, puesto que en algún grado y forma, se estaría implementando una dinámica de dominación que prohíbe el desarrollo de las capacidades individuales. Al final del día se parece un poco a lo que describen los modelos microeconómicos de agente-principal, en el sentido de que queremos mejorar nuestras condiciones materiales de vida, porque nos permite ser más dependientes de lo que nosotros mismos, y menos de otro del cual no conocemos bien cuáles son sus objetivos.

También resulta obvio, al menos para mí, que el problema no sólo es de carácter político o económico, sino también, y primeramente, moral, espiritual y de fe. Esta era de oscurantismo que somete la sociedad a un poder despótico, nos ha hecho bajar a lugares indeseados, y lamentablemente todavía vamos a tener que descender un poco más, antes que finalmente dejemos de hacerlo.

Lo cierto es que ninguno de nosotros pensábamos que esto pudiese pasar aquí, y ninguno de nosotros pensó vivir en el peor momento de la historia de nuestro país. Pero esto es lo que tenemos. Lo bueno, al menos como yo lo veo, es que el propio hecho que estemos pasando por esto es indicativo que somos los que debemos superar esto, porque de otra manera no estuviésemos aquí, le hubiese tocado a otros. Concentrarnos en elementos como la innovación y el fortalecimiento institucional, es parte de la labor de reconstrucción del país que tocará para los próximos años.